Una larga cambiada
Se transcriben las palabras
de D.Gonzalo Santonja, haciendo referencia al tema que nos ocupa: " Así pues, me
situaré en el territorio de la historia y los toros para aclarar unas palabras
antoñanas de Pío V, San Pío V, que en 1567 promulgó una bula, De Salute
Gregis , dictando la
prohibición de los festejos populares, anatema recurrencialmente esgrimido con
falsedad por los detractores de la Fiesta.
En realidad, Pío V, [...] no arremetió contra las
corridas de toros. Se limitó a prohibir que se los corriese. Y correr los toros
ninguna relación guarda con torearlos. En realidad, torearlos es justamente lo
contrario de correrlos. Porque se trata de contener su carrera, de
refrenarlas y, embarcando al toro, ora al capote, ora a la muleta, llevarle el
paso, transformada la fuerza en sosiego y en levedad la violencia. Lo contrario,
ya digo. A San Pío V sólo le molestaban " esos espectáculos en los que se corren
los toros y otras fieras". Mal informado, posiblemente pensaría en la cacería
del zorro.
Siguiendo con sus palabras,
San Pío V censuraba que los protagonistas de tales espectáculos se colocaron a
pique de muerte, pero eso tampoco casa con nuestros festejos taurinos, en los
cuales, siendo exactos, los toreros no se poene en peligro de perder la vida
sino en riesgo de ganar la gloria, que es mucho más temerario, porque en España,
como de sobra se sabe, los éxitos levantan ampollas y originan resquemores
tenaces. En cualquier caso Felipe II, el rey prudente, censuró la publicación de
ese texto, desmoralizador para el pueblo y pésimo para la administración
pública, y el Papa siguiente, Gregorio XIII, remachó los efectos de esa
intervención regia al anular esa bula con otra bula, titulada Exponis
nobis , firmada el
25 de agosto de 1575, que es la buena, con banderillas doctrinales y estocada
teológica. Así pues, nada de nada.
Hasta finales del XVI estuvo en candelero la cuestión de la
asistencia como espectadores de los clérigos, pero Clemente VIII terminó con
esas quisicosas en1596 merced una tercera bula, igualmente sabia: Suscepti
Muneris, cuyo latín franqueó definitivamente
las puertas de las plazas de toros a los sacerdotes . No hay ni hubo más, con la
excepción de un cura abulense y de su obispo, que algún día nos ocupará, tal vez
en otro entreacto de la mojiganda del Archivo de nuestras discordias."
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