Junta de Castilla y León ITACyL
Centro Etnográfico del Toro de Lidia

ENCIERROS TRADICIONALES DE MEDINA DEL CAMPO

1. Fiesta declarada de Interés Turístico Regional


     Ha sido costumbre en nuestras tierras, desde los primeros momentos de su historia, incluir juegos de toros en la celebración de todo tipo de acontecimientos festivos, ya fueran nacimientos o bodas reales, coronaciones, canonizaciones, concesión de órdenes sagradas o conmemoraciones particulares de acción de gracias. Aunque aún no ha sido estudiada en profundidad la celebración de festejos taurinos en Medina del Campo hasta las primeras décadas del siglo XV, ha de suponerse su implantación en torno a los siglos XII y XIII, período en el que la ciudad conoce su primer protagonismo en la vida oficial castellana. Una boda regia, la de Juan II con María de Aragón, el 20 de octubre de 1418, nos proporciona la primera noticia documental de un festejo con toros en Medina del Campo; se sabe que tras la ceremonia nupcial "se hicieron muchas fiestas de justas é toros é juegos de cañas", según se cuenta en la crónica que narra la vida de dicho monarca, así como en la Refundición de la Crónica del Halconero de Fr. Lope de Barrientos. De la misma centuria, consta la obligación que tenían algunos arrendatarios del Concejo medinense -carniceros, aceiteros, etc.- de aportar para regocijos públicos "once toros al año, a satisfacción de los regidores" según se desprende de varios Autos de las Cuentas de Propios del año 1490.

     Desde aquellos tiempos, las modalidades de "correr toros" documentadas en Medina han sido al menos cinco, a saber: toros alanceados -según testimonio de López Ossorio en su libro sobre la historia de Medina : "cuando hay regocijo de toros, tienen mucha destreza en picarlos con garrochones"-; embolados -se cree que fue precisamente en esta villa donde la reina Isabel la Católica dispuso el uso de fundas de cuero en los pitones de los astados, tras presenciar la muerte de dos hombres corneados en la Plaza Mayor -; enmaromados o ensogados -así fueron corridos ("con un dogal") con motivo de la visita de Felipe II a la villa en 1559 -; albardados y encohetados -se corrieron de esta suerte y con maromas en 1601 para conmemorar un alumbramiento real -; y, por supuesto, en encierro con la consiguiente capea, al que nos referimos a continuación .

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1.1 El encierro tradicional de Medina del Campo

     Esta última modalidad popular de "correr al toro" es la que más ha arraigado entre los medinenses, con diferentes variantes y recorridos. No fue, en principio, costumbre -estando prohibido en repetidas ocasiones- el hecho de correr delante de los astados, a menos que estuviera establecido un voto o promesa religiosa para obtener la intervención divina o en señal de agradecimiento a un santo patrón. Con este sentido se corrieron toros en Medina del Campo, al menos entre los siglos XV y XVIII, en honor a San Juan (24 de junio), Santiago Apóstol (25 de julio), la Asunción de Nª Señora (15 de agosto) y San Antolín (2 de septiembre), fiestas consideradas oficialmente como "Votos de Villa". Los libros de Acuerdos del Concejo, conservados en el Archivo Municipal -se conservan desde el año 1490, e ininterrumpidamente desde 1552- recogen numerosas reseñas de pagos y normas acerca de los toros corridos esos días, los lugares de su lidia y el destino de las carnes una vez muertos. Las informaciones suelen encontrarse en las actas de las sesiones precedentes a esos días de fiesta oficial; de este modo -por citar el caso más antiguo que hemos tenido la oportunidad de estudiar- los Acuerdos del año 1493 recogen datos precisos bajo el epígrafe "Mandamiento e repartimiento de toros" .

     Tampoco faltaron corridas de novillos, con sus correspondientes encierros, los días de fiestas mayores de las dos grandes cofradías penitenciales medinenses: la de las Angustias de Nuestra Señora y la de la Santa Vera Cruz (los libros de Acuerdos del Archivo Municipal, junto con documentación histórica de ambas hermandades, son fuentes inagotables de datos al respecto.

     Las noches de vísperas de esos días de fiesta, los animales eran conducidos desde las dehesas hasta los toriles instalados provisionalmente en la población; de aquí se entiende que en 1559 se dispusiera por la autoridad que los de a caballo fueran "con collares de cascabeles é con achas de fuego" para advertir la peligrosa presencia nocturna de los animales , y el día de la festividad eran corridos por profesionales o aficionados, en un coso eventualmente cerrado, ejecutándose una serie de suertes, hoy en desuso, como el salto con garrocha, la cuba de vino, el cesto de mimbres, la cinta en la cornamenta y otras muchas, así como el popular recorte o "corte" del toro de frente y a cuerpo limpio, que es la modalidad que ha perdurado hasta nuestros días con notable arraigo, como lo prueba la celebración de un Certamen nacional de cortes de novillos, fundado en 1981 por la Asociación Taurina "Los Cortes" .

     Aunque, con toda seguridad, pueden encontrarse documentos anteriores que aludan expresamente a los encierros de toros en Medina del Campo, cabe citar como el más renombrado el que tuvo lugar la noche anterior a la festividad de la Asunción de Nuestra Señora (15 de agosto) del año 1567, gracias al comentario que Santa Teresa incluyó en su Libro de Fundaciones en el que decía:

     "Llegamos a Medina del Campo víspera de Nª Sra. de Agosto, a las doce de la noche. Apeámonos en el monasterio de Santa Ana, por no hacer ruido; y a pie nos fuimos a la casa. Fue harta misericordia del Señor que aquella hora encerraban toros para correr otro día, no nos topar ninguno..."

     Tras el encierro, tenía lugar la corrida de los toros propiamente dicha, en la que se alternaba la lidia y muerte del animal -con suertes como el desjarrete, la vara larga o la espada- con juegos de cañas ejecutados por jinetes y caballeros llegados para la ocasión.

     Los encierros que han llegado hasta nuestros días, han variado en su concepción y desarrollo. En 1873, el Ayuntamiento acuerda que los dos días de fiesta que la población dedicaba a su patrono, San Antolín, se aumentaran a seis -cinco años después los festejos se amplían a los ocho primeros días de septiembre- con la intención de agrupar días feriales, por entonces dispersos a lo largo del año. Por entonces, los toros eran corridos tres o cuatro días en varias funciones: muy de mañana se lidiaba el llamado "toro del alba", un "novillo bravo en puntas" que se documenta desde muy antiguo aunque sin fecha precisa , heredando la antigua tradición de correr un toro al despuntar el día; antes del mediodía se corría el "novillo de las once" y, por la tarde, a las cuatro, otros siete astados. El escenario era habitualmente la Plaza Mayor convenientemente atalancada para la ocasión; sin embargo, se sabe de otros lugares que fueron habilitados como cosos provisionales hasta la edificación de la plaza de toros de fábrica, inaugurada en 1949 ; citemos entre otros: el solar que ocupó el palacio de los Castroserna, las plazas del Mercado, San Agustín y de Segovia (donde hubo una "casona cerrada" en la que se ejercitaban caballeros con lanzas desde tiempos medievales), los restos ruinosos del cuartel -antes de su reconstrucción-, las inmediaciones de la estación vieja del ferrocarril y un largo etcétera.

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2. Un día de encierro en Medina

     Si de antemano la población se ha multiplicado en cuanto al número de habitantes y visitantes don motivo de sus fiestas patronales, a la hora de presenciar el encierro todo se transforma, la gente o trasnocha o madruga, la algarabía está servida.

     Suenan las charangas con sus dianas para despertar al respetable que inmediatamente después del chocolate, churros, aguardiente o sopas de ajo, irá situando a los participantes en el encierro (que son todos), a cada uno en su sitio los que por activa o pasivamente van a participar, las personas mayores y niños buscando el lugar adecuado donde presenciar el encierro de la mejor forma posible, otros en las talanqueras o en el recorrido urbano preparados para la gran carrera, y otros a caballo o andarines por el campo ofreciendo una estampa difícil de explicar, mezclando el colorido de sus atuendos con las garrochas de los jinetes, los terruños de los barbechos o las rastrojeras recientes.

     El encierro ha comenzado, a partir de ahora qué ocurrirá. Puede pasar de todo la manada puede salir con rapidez y desunida, mas despacio y reunida, pero siempre acompañada por esa cantidad de gente que impaciente cada vez se acerca más a los astados, el miedo va desapareciendo, el riesgo va aumentando, a campo abierto a pie o a caballo expuestos a recibir la siempre imprevista embestida de un toro, es la emoción de vivirlo in situé. Los minutos van pasando y la incertidumbre, la emoción de la gente que expectante se encuentra encaramada en el "embudo" de entrada o en las calles pendientes del sonido de la campana anunciadora de si los toros se han escapado o vienen arropados por los caballistas.

     La iglesia Colegiata y el Castillo de la Mota se erigen como testigos de excepción para desde sus alturas poder ver el encierro que transcurre por "los pedregales", el charco "lavaculos" o los barreros, ya se divisa la manada, una enorme nube de polvo indica la situación del encierro, ya falta poco; el encierro está a punto de llegar a la entrada de Medina del Campo.

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     Está a punto de comenzar la estampida, diez, veinte, o treinta mil personas han acudido a presenciar uno de los espectáculos más fascinantes de cuantos pueden celebrarse, el encierro de toros en Medina del Campo, los caballos con sus jinetes garrocha en ristre han azuzado a los toros que emprenden veloz carrera hacia las calles de Medina donde el público expectante acompaña a los toros con el ¡ay! ¡ay!. Con el miedo muchas veces causante del agarrotamiento en las piernas, o con la valentía de los mozos medinenses y comarcanos de correr al lado y delante de los toros por las calles de Medina hasta entrar en el albero de la plaza de toros.

     Afortunadamente no ha habido que lamentar ninguna desgracia, salvo los consabidos pisotones, caídas o revolcones sin consecuencias.

     Pasado el mal trago, vamos a por el bueno, el almuerzo, el vino y la limonada, sigue la fiesta y mañana o pasado habrá otro encierro y volverá la incertidumbre, y habrá un mayor gentío, porque el que todavía no conoce los tradicionales y típicos encierros de Medina habrá tenido la oportunidad de entrenarse por distintos medios y a buen seguro acudirá, y en Median se le acogerá con los brazos abiertos para hacerle partícipe de un espectáculo incomparable: LOS TRADICIONALES Y TÍPICOS ENCIERROS DE MEDINA DEL CAMPO.
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Trabajo realizado y cedido por gentileza del Ayuntamiento de Medina del Campo.

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